Desde Barcelona, ya el paseo era encantador:
Al llegar Andorra no pude parar de fotografiar
Este Seat se robo mi corazón y me hizo querer por primera vez en mi vida un coche de ese color :-)
En cada esquina hay alguna escultura.
Los disfraces, por muy sencillos que sean, tienen la magia de poseer el alma de quien lo lleva, se apodera del alma y rige el comportamiento de esa persona, seguramente por ello, los niños son los que más disfrutan de esta actividad, se dejan poseer por el disfraz sin oponer ninguna resistencia, se dejan llevar por el personaje y disfrutan cada segundo de ese viaje.
Los adultos, en cambio, nos oponemos a disfrutar del disfraz, lo que para un niño es un viaje maravilloso, para nosotros es una continua batalla con el disfraz, al punto que en vez de ser un viaje placentero, puede convertirse una una verdadera tortura. Y por muy lindo y caro que sea el disfraz, si no te dejas llevar, no habrá manera que luzca hermoso, se verá apagado, triste y feo.
Me he dado cuenta de todo esto cuando, con una simple pintura y un sombrero, éste Mimo se apoderó de mi alma, me susurró dulcemente que le encantaría que le hiciese una sesión de fotos y que a cambio mi mimaría y me regalaría un viaje mágico al mundo de los Mimos.
No me pude resistir a tan hermosa oferta, menos aún cuándo en ese preciso instante pasaba por un momento en que necesitaba con locura un Mimo que me mimara.
Ahora me pregunto pasará lo mismo con las personas que eligen un mal disfraz? Cuándo te disfrazas de la bruja de Blancanieves, comienzas a repartir manzanas envenenadas?
esperemos que no ;-)